"La vida todavía no tiene nombre"
La novela “La vida no tiene nombre” es básicamente un auto análisis que hace un ex guerrillero de la región este, hijo de madre haitiana y padre holandés pero nacido en nuestro país, mientras espera la hora de su fusilamiento, quien está preso por haber combatido a las tropas de la entonces intervención norteamericana, y por haber matado a su padre.
En sus recuerdos y reflexiones se narran, de forma a veces algo jocosa, las atrocidades cometidas por las tropas de la intervención, los sufrimientos de los guerrilleros que eran perseguidos por extranjeros y compatriotas, el racismo imperante que podemos ver en todas las peripecias por las que pasó Simián, madre nuestro guerrillero, por el simple hecho de ser haitiana. Ella fue maltratada junto a su hijo por el hombre para quien trabajaba, que la trataba como un animal y con repugnancia, pero que no vacilaba en tener relaciones con ella cada vez que le placía. Esta novela no sólo describe la situación del país en esa época, sino que también en ella se describe una cultura de servilismo y poco amor por la patria que nos ha perseguido desde la llegada de los españoles a nuestra isla y esto a su vez es contrastado con el patriotismo de unos pocos.
El autor por medio de un personaje ficticio nos quiere reflejar una realidad nacional que no se limita a época de la intervención, sino que la podemos ver con cada playa que se vende, con cada dominicano que recibe con brazos abiertos al norteamericano, europeo e incluso cualquiera que luzca con tez muy clara, y maltrata al haitiano que por una paga miserable le construye los edificios. Refleja una triste realidad que nos persigue no sólo a los dominicanos, sino también al pueblo latino. Con los que nos podemos dar cuenta que el título se nos puede aplicar en muchos aspectos y decir que la vida del dominicano no tiene nombre.
¿Qué podemos aprender de esta interesantísima novela?
El mensaje que nos deja nuestro compatriota Marcio Veloz Maggiolo es un llamado al patriotismo, su objetivo, en mi opinión es que abramos los ojos, que dejemos de ser tan ingenuos, que nos arranquemos el complejo de Guacanagarix.
Debemos dejar a un lado todo racismo, no sólo aquel que nos lleva a rechazar el haitiano, sino también aquel racismo que nos lleva a valorar al norteamericano más que al dominicano. Que por fin entendamos que somos iguales y que como iguales tenemos derecho cada uno a vivir en un país libre, por lo tanto, no debemos bajo ninguna circunstancia permitir que nuestra tierra nos sea arrancada. Creo que nos podríamos ir aún más lejos en cuanto al amor por nuestra nación se refiere, ya que patriotismo, en mi opinión, es más que librarnos de la mano extranjera, es también librarnos de las propias. Amor a la patria es más que dar la vida en una guerra; es comerse una menta y no tirar la envoltura en el suelo porque eso ensucia tu país; amor a la patria es más que cantar el Himno Nacional y saber los nombres de los Padres de la Patria, es en cambio, decidir no vender drogas porque eso está acabando con los jóvenes de nuestra sociedad; amor por la patria es apoyar la educación sea comprando una silla para una escuela, regalando un libro, dando dinero a cualquier fundación que la promueva, es denunciar al hombre que maltrata a su esposa, es negarse a darle dinero a un policía corrupto para que te deje tranquilo. En fin amor a la patria es ser la diferencia y no de forma pasiva, no es simplemente un “yo no tiro basura en la calle” es también llamar la atención a quien sí lo hace, no es simplemente no usar drogas, es tenderle la mano al adicto. En fin no es simplemente ser cristiano, es predicarle a quienes nos rodean para que el mensaje del evangelio llegue a todo nuestro querido y también bastante necesitado pueblo dominicano.



